Ya toca poner esto un poco al día. Desde que llegué de
Sydney no he parado. Os cuento:
El viaje a Sydney fue guay, lo malo que hacía un poco de
rasca y llovía un poco, por lo que no pudimos disfrutar tanto.
ATENCIÓN, cosas a tener en cuenta si viajas a Sydney:
1. Alojamiento: Como os comenté, fuimos cuatro
madrileños en esta aventura. De forma consensuada decidimos que “lo mejor” era
no coger alojamiento para la primera noche. “Era lógico” dado que llegábamos como
a las 10 de la noche, íbamos a salir de fiesta directamente, y “ya ves tú qué
tontería pagar un hostel, si total no íbamos a estar en él”. No sé si alguien
se habrá sentido identificado con este tipo de mentalidad tan de un español
ventiañero a esta altura, pero sí lo hicimos muy a la española. El vuelo bien,
la llegada bien… “Y ahora qué, ¿a dónde vamos?”, nos preguntamos. De repente
Ana, madrileña de Metropolitano, saca su móvil y empieza a llamar a Vero, otra
madrileña, ésta de Vallecas. El plan era dejar las maletas en casa de esta
chica que vive en Sydney por unos meses. AMI (Asistencia Madrileña
Internacional). No hay nada como tener amigos (o en su defecto amigos-de-amigos
en todas partes). Tras varias llamadas fallidas, y unos cuantos suspiros que
escondían un terrible miedo a que AMI no funcionase, alguien contestó al otro
lado del teléfono. “Genial, ya tenemos la dirección”. Los cuatro homeless españoles ya tenían un lugar
donde dejar las maletas, pero , eh, “sólo las maletas, que el manager vive en la casa y no deja que
duerma nadie”. Oído cocina.
En ese momento comenzó nuestro
periplo con los taxis, pero que os lo cuento luego. Cogimos el taxi y llegamos
a este hogar madrileño en Sydney. Vero, la de Vallecas aún no estaba, así que
tuvimos que esperar en la puerta. Mientras, Ana y yo decidimos ir a la búsqueda de algo
para beber para amenizar la larga noche que nos quedaba por delante. Ya sabéis
unos refreshments… Vale, no. Valientes
nosotras, nos cruzamos túneles, zonas deshabitadas, kebabs cutrosos con
jollitas de tíos en la puerta gritando “eh, darrrrling, darrrrling” (“Te voy a
dar a ti Darling”), calles dignas de cualquier película de terror… y muchas más cosas inimaginables (cómo me
gusta exagerarlo todo J)
hasta que llegamos al destino y pudimos comprar algo.
Ana decidió jugar al despiste. “Vamos a hablar
en inglés, que así no saben que somos españolas”. Nah, sólo somos morenas, ojos
marrones, pelo largo, hablando a voces,
con un acento puro madrileño y con un cartel en la frente que decía “attencion: foreigner”. Lo mismo pasamos desapercibidas… Por si acaso,
continuamos hablando la lengua de shakesperare en un suburbio de Sydney.
Pim, pam, pum, bocadillo de atún.
Tomamos algo en aquel hogar facilitado por el AMI (léase, hospitalidad de Vero),
y nos fuimos al centro de fieshhta. Nos
encontramos con un argentino por el camino con una guitarra, el argentino nos
canta una canción de Maná, bailamos la canción de Maná en Sydney, el argentino
nos mira con ojitos, le damos un dólar y salimos por patas. Llegamos al club y por un momento pensé que estaba en un garito del
centro de Madrid. Hacía 3 meses que no
veía a tantos españoles juntos… Es curioso el comportamiento que surge cuando
los españoles nos encontramos en la otra punta del mundo…. Da igual que sea la
primera vez que te ves, pero “eh, como si te conocieses de toda la vida”. AMI
es genial.
La noche pasa, el personal se
empieza a retirar, y se encienden las luces. Aquí no es como España, que puedes
estar de fiesta tranquilamente hasta las 8:00, no… Y nosotros sin hostel. Todos
nosotros en el fondo sabíamos que este momento llegaría, que iba a pasar. En el
fondo de nuestros corazones sabíamos que no coger hostel para la primera noche iba
a conllevar a que en algún momento te la noche nos viésemos en la calle, eso sí
de Sydney, que da como un poco más de glamur.
Decidí poner en marcha un plan
que había considerado a mitad de la noche y descartado por inconsistente.
Gracias a Dios, hacía frío y la coca-cola estaba haciendo su efecto, así que me
ví con fuerzas para llevarlo a cabo. Me acerqué a un amigo de Londres que nos
habíamos echado a lo largo de la noche, y le comenté nuestro caso. “Vaya, sin
casa que estamos. ¿Te lo puedes creer? No tenemos hostel hasta mañana. Qué
faena. A ver qué hacemos ahora…”. Al
amigo Londoner le dimos pena. Mucha pena. (En ocasiones como esta agradezco
inmensamente a mis padre la inversión que han hecho en que yo aprendiese inglés…
J). “Nah, no
worries, man. Come to my place then!”. “Vamos chicos, que ya no
somos unos homless, que este chico
nos da alojamiento”. NOTA: esto no lo hagas si no vais por lo menos 4 y con
ganas de divertiros, si no puede ser peligroso.
Nos montamos en un taxi, y nos
dice que sigamos a su taxi. Fue una situación super cómica cuando perdimos al
otro taxi, aunque poco después lo recuperamos, y recuperamos la cama también.
Ja! Qué digo cama! Mis ganas. Llegamos y había un sofá de estos en ele. ¿esto para
los 4?.No. El amigo londinense y su amigo también duermen en el sofá. 6 en
total.
Premio para quien adivine por qué
estos tipos también durmieron en el sofá….
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